Comentario
La crisis económica internacional provocada por el encarecimiento de los productos petrolíferos dio la sensación de crear unas nuevas condiciones en la política internacional. En efecto, por un momento los Estados árabes dieron la sensación de imponer, al menos a Japón y a los países europeos industrializados, una actitud de neutralidad en el conflicto de Oriente Medio. Además, al cuadruplicarse los precios del petróleo se estaba produciendo una gigantesca redistribución de la riqueza mundial: las reparaciones que hubiera debido pagar Alemania después de la Primera Guerra Mundial no hubieran tenido ni siquiera remotamente ni el volumen ni el carácter súbito del incremento del precio del petróleo en 1973. En mayo de 1974, poco después de tener lugar la elevación de los precios del crudo, la Asamblea general de las Naciones Unidas, convocada a petición de los Estados del Tercer Mundo, aprobó una declaración propugnando un nuevo orden internacional y recordando que al 70% de la población mundial no le correspondían más que el 30% de la riqueza. Por aquellas fechas la declaración del secretario general de la ONU, Kurt Waldheim, señalando que el Consejo de Seguridad de la ONU parecía más "una institución del siglo XIX que del siglo XX" reveló el profundo malestar de esta porción de la Humanidad con su destino.
Pero si la crisis de 1973 parece un punto de ruptura justificado desde el punto de vista económico, en cambio, al margen de haber creado una mayor aspereza generalizada en lo que respecta a la política mundial y a las modestas iniciativas surgidas para superar la distancia entre países desarrollados y subdesarrollados, no se puede decir verdaderamente que produjera por sí misma un auténtico cambio en las relaciones internacionales. De hecho, la dinámica de la distensión perduró algún tiempo hasta el punto de que incluso se puede decir que el momento culminante de la misma estuvo constituido por la Conferencia de Helsinki. Pero ese mismo año las relaciones entre las grandes potencias parecían instalarse en la crisis. Vietnam había caído en manos de los norvietnamitas, más aún que del Vietcong, y la URSS incrementó su presencia en conflictos que en otro tiempo podían parecer periféricos pero que en éste acentuaban la sensación de decadencia soviética. Así se explica, por ejemplo, la presencia soviética, por el intermediario cubano, en América central o en África. Por si fuera poco, un fenómeno nuevo, el fundamentalismo islámico, puso en grave peligro a las Monarquías árabes conservadoras en toda la zona de Medio Oriente. El final de la distensión fue acompañado por una evidente conciencia de que Occidente decaía y eso produjo una reacción conservadora que también tuvo su impacto inmediato en la política internacional.